viernes, 28 de abril de 2017

Cuando hombres y mujeres fuimos iguales.



"Whitney" by Kathryn Morris Trotter

Los movimientos feministas no parecen ya una novedad, menos si se piensa desde cuándo existen, aunque en términos históricos, es relativamente poco para un movimiento ideológico. No pretendo aquí escribir nada con la intención de apoyar o demeritar al feminismo, pero lo que sí quiero es hablar de algo que tal movimiento reclama: La igualdad de los géneros. Las feministas demandan un trato igualitario entre hombres y mujeres, un trato NUEVO, que sea CREADO; Pero lo que yo quiero plantear en esta entrada es, que YA hubo un momento donde hombres y mujeres fueron iguales, o más bien, cuando niños y niñas lo fueron, y no, no hablo de los mitos andróginos griegos.
            El complejo de Edipo es tal vez el greatest hit del psicoanálisis, ya sea que uno este casi o nada familiarizado con la teoría, probablemente haya escuchado sobre tal complejo alguna vez. Lo más usual que unos dicen sobre él, es que “es cuando los niños están enamorados de la madre”, independientemente de lo terriblemente malinterpretado que pueda ser tal complejo por las persona ajenas al psicoanálisis, acá no me pondré a hacer una aclaración sobre ello, porque lo que quiero es hablar de algo que pasa antes, cuando somos bebés y aun no tenemos una idea clara de cómo es el mundo al que acabamos de llegar. Menciono el complejo de Edipo solo como punto de referencia conocido por algunos.
            Imaginen ustedes  ser unos bebés y las pocas necesidades que tienen, bien son las mismas que cualquier otro animal (comer, defecar, orinar, mantenerse a buena temperatura) y ninguna otra necesidad llega aun a nuestras vidas. Tales necesidades pueden ser colmadas por una sola persona, la madre (sigue siendo la dinámica más común) -ya en textos futuros discutiremos las variantes de esta situación, si es papá, tías, abuelos etc. Quienes crían al bebé- entonces si consideramos que todo lo que necesitamos es dado por una persona, no sería exagerado decir que esa persona representa TODO para nosotros, aun no sabemos nada sobre la existencia de los otros, y ahí donde todavía no existe mucho, la madre colma plenamente y por ratos, somos satisfechos completamente.
            Entonces, siguiendo esta línea, podemos establecer que el bebé (o la bebé) al exigir tan poco lo tiene todo. Ahora, el niño (a) no es el único embelesado por ese gran Otro que es ella, la madre a su vez, también estará perdida e inmersa en su pequeño (a), proveyendo y ocupándose del bebé, heredero (a) de sus ilusiones y narcisismo. Así ambos, mamá e infante están inmersos en una especie de simbiosis de la que deberán salir más adelante (complejos de Edipo y de castración).
            Así pues, lo que quiero decir con todo esto, es que alguna vez nosotras, sin importar lo que tuviéramos entre las piernas,  conquistamos todo lo que quisimos, envueltas en ese brillo fálico, por un momento fugaz, hombres y mujeres fuimos iguales, cuando ELLA, la madre, no dejaba de mirarnos y de su amor no había duda.
¿En qué momento mamá nos comenzó a ver diferente y miró para otro lado? (porque ella también necesita de otros) En base a lo que he leído,  diré que ahí nos dimos cuenta de que había otros, diferentes a nosotros y comenzó la falta, y una búsqueda por averiguar qué será lo que tienen los distintos que mamá voltea a verlos.

Psic. Paulina Serrano F. 



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