"Whitney" by Kathryn Morris Trotter
Los movimientos feministas no
parecen ya una novedad, menos si se piensa desde cuándo existen, aunque en
términos históricos, es relativamente poco para un movimiento ideológico. No
pretendo aquí escribir nada con la intención de apoyar o demeritar al
feminismo, pero lo que sí quiero es hablar de algo que tal movimiento reclama:
La igualdad de los géneros. Las feministas demandan un trato igualitario entre
hombres y mujeres, un trato NUEVO, que sea CREADO; Pero lo que yo quiero
plantear en esta entrada es, que YA hubo un momento donde hombres y mujeres
fueron iguales, o más bien, cuando niños y niñas lo fueron, y no, no hablo de
los mitos andróginos griegos.
El
complejo de Edipo es tal vez el greatest hit del psicoanálisis, ya sea que uno
este casi o nada familiarizado con la teoría, probablemente haya escuchado
sobre tal complejo alguna vez. Lo más usual que unos dicen sobre él, es que “es
cuando los niños están enamorados de la madre”, independientemente de lo
terriblemente malinterpretado que pueda ser tal complejo por las persona ajenas
al psicoanálisis, acá no me pondré a hacer una aclaración sobre ello, porque lo
que quiero es hablar de algo que pasa antes, cuando somos bebés y aun no tenemos
una idea clara de cómo es el mundo al que acabamos de llegar. Menciono el
complejo de Edipo solo como punto de referencia conocido por algunos.
Imaginen
ustedes ser unos bebés y las pocas
necesidades que tienen, bien son las mismas que cualquier otro animal (comer,
defecar, orinar, mantenerse a buena temperatura) y ninguna otra necesidad llega
aun a nuestras vidas. Tales necesidades pueden ser colmadas por una sola
persona, la madre (sigue siendo la dinámica más común) -ya en textos futuros
discutiremos las variantes de esta situación, si es papá, tías, abuelos etc.
Quienes crían al bebé- entonces si consideramos que todo lo que necesitamos es
dado por una persona, no sería exagerado decir que esa persona representa TODO
para nosotros, aun no sabemos nada sobre la existencia de los otros, y ahí
donde todavía no existe mucho, la madre colma plenamente y por ratos, somos
satisfechos completamente.
Entonces,
siguiendo esta línea, podemos establecer que el bebé (o la bebé) al exigir tan
poco lo tiene todo. Ahora, el niño (a) no es el único embelesado por ese gran
Otro que es ella, la madre a su vez, también estará perdida e inmersa en su
pequeño (a), proveyendo y ocupándose del bebé, heredero (a) de sus ilusiones y
narcisismo. Así ambos, mamá e infante están inmersos en una especie de
simbiosis de la que deberán salir más adelante (complejos de Edipo y de
castración).
Así pues, lo que quiero decir con
todo esto, es que alguna vez nosotras, sin importar lo que tuviéramos entre las
piernas, conquistamos todo lo que
quisimos, envueltas en ese brillo fálico, por un momento fugaz, hombres y
mujeres fuimos iguales, cuando ELLA, la madre, no dejaba de mirarnos y de su
amor no había duda.
¿En qué momento mamá nos comenzó a ver diferente y miró para otro lado? (porque ella también necesita de
otros) En base a lo que he leído, diré que ahí nos dimos cuenta de que había
otros, diferentes a nosotros y comenzó la falta, y una búsqueda por averiguar
qué será lo que tienen los distintos que mamá voltea a verlos.
Psic. Paulina Serrano F.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario